sábado, 18 de septiembre de 2010





Son tantas las ocasiones en las que nos creemos en necesidad de ser el centro del mundo, de correr y sobrellevar todo aquello que impida que suceda lo inevitable, lo realmente real, que tejemos y tejemos vueltas en torno a un mismo circulo sin tener ya conciencia de cómo ha terminado nuestro centro en una cúpula de aislamiento, en donde ya no somos capaces de vislumbrar, los tejidos del alma, de los tejidos del miedo.
Donde ya no encontramos, salida, hay grandes y hermosos espacios, que nos permiten ejecutar el salto, transformar ese espiral que nos rodea, y que tejimos a voluntad, salir de las mallas del olvido y atrevernos a ser vulgares, a ser uno más , a llevar una vida sencilla, en constante expansión, sin los caminos de hierro que forjamos, para ser vistos, para ser importantes en la vida de alguien, salvo en la nuestra.
Cuando tomamos perspectiva, y vemos los grandes espacios entre vuelta y vuelta; solo hay un paso a dar, DEJARLO TODO ATRÁS, y cambiar de nuevo el trazo de los hilos de plata que nos sujetan al alma, y que nos ayudan a construir lo nuevo, para que no se vuelvan a enredar.

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